Sí, sóis así de perversos.
En el estudio, planteado por la Universidad de Stanford, se pidió a 10 voluntarios (6 hombres, 4 mujeres) que siguieran las instrucciones de un robot Nao programado para ordenar que le señalasen o tocasen con la mano varias partes de su cuerpo: cara, orejas, manos, nalgas y pubis. Mientras tanto, los investigadores medían la conductividad de la piel del voluntario, que puede indicar si una persona está fisiológicamente excitada.
El resultado fue que cuándo el robot pidió que le tocasen sus partes íntimas, el 90% de los voluntarios tardó más en reaccionar y su conductividad dérmica aumentó. Eso significa que el cerebro reacciona de forma parecida cuándo toca las partes de un robot o las de un ser humano.
Los resultados del experimento serán expuestos durante la 66ª Conferencia Anual de la Asociación de Comunicación Internacional en Japón, y después se publicarán en revistas científicas para su revisión.
Pero… ¿cuál es el objetivo de este experimento? ¿Abusar de un pobre robot indefenso? El hecho de que las personas sientan cierta “vergüenza” tocando las partes íntimas de los androides pone de manifiesto que al cerebro le cuesta distingirlos del resto de humanos, lo cuál podría facilitar su integración en la sociedad del futuro.
Este vídeo de The Guardian muestra el experimento: